El fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, zanjó una materia controversial que había sido planteada por Bolivia, hace 5 años atrás: la de la supuesta obligación de negociar una salida soberana al mar para ese país. La Haya respondió desechando todos los argumentos de Bolivia y para Chile significa que este diferendo jurídico ha quedado concluido.
No constituye derecho ni obligación, en materia internacional, una sucesión de conversaciones y diálogos que no concluyeron en ningún acuerdo. No existe el llamado “derecho expectaticio” que habían inventado los bolivianos para justificar su demanda en contra de Chile.
Pero la aspiración marítima de Bolivia no ha terminado, y persiste en el imaginario colectivo de los bolivianos, producto de más de 100 años de constante apelación patriótica por una soberanía territorial que terminó en la guerra del Pacífico y quedó definitivamente establecida en el Tratado de Límites de 1904 acordado y ratificado entre Chile y Bolivia.
Para Chile y Bolivia ahora se abre la oportunidad y la posibilidad, de generar un efectivo proceso de diálogo bilateral en condiciones equitativas: el diálogo diplomático se basa en la reciprocidad, en la buena fe y en la voluntariedad de las partes para sentarse a conversar, entendiendo que el resultado depende de la capacidad de ambos actores para alcanzar un acuerdo que satisfaga los intereses de los dos Estados.
El diálogo entre Chile y Bolivia ha sido sucesivamente interrumpido por decisión unilateral de Bolivia desde 1950 en adelante: baste recordar que fue Bolivia que interrumpió las relaciones diplomáticas con Chile en 1962, hasta el día de hoy.
No existiendo la obligación de dialogar o de negociar, se abre la oportunidad de que ambos Estados dialoguen de buena fe, respetando las normas y tratados vigentes y apuntando hacia el desarrollo sustentable y humano y la integración de ambos países y de ambos pueblos. Con mucha frecuencia, la sabiduría de los pueblos es más profunda que la habilidad de los políticos y la experiencia de los diplomáticos.
La soberanía es mucho más que un territorio o una frontera: es un poder que permite a los pueblos y naciones encontrar en su territorio las fuentes de la riqueza y del desarrollo, que los sistemas sociales a veces le niegan.
La soberanía es mucho más que una bandera, símbolo que se supone todos deben respetar, especialmente los gobernantes.
En el siglo XXI se habla de la soberanía alimentaria, de la soberanía energética, de la soberanía ambiental y ello significa que los Estados verdaderamente modernos, ejercen la plena potestad sobre sus recursos naturales, sobre sus recursos marítimos, sobre todas sus fuentes energéticas, para poder impulsar su desarrollo y su integración en las redes de la globalización.
Las soberanías del siglo actual están asentadas en la libre determinación de los pueblos para alcanzar sus propio desarrollo en un mundo interdependiente y no autárquico.
Entonces, si hablamos de soberanía a propósito de la demanda de Bolivia, incluso activando un sesgo patriotero y un sentimiento nacionalista, cabe preguntarnos si efectivamente no habrá llegado el momento de repensar la ley de pesca y recuperar el mar de Chile y sus enormes riquezas capturadas por 7 familias empresariales, esta vez para beneficio de toda la nación chilena.
Manuel Luis Rodríguez U.